Los tipos de interés es la cantidad que un prestamista cobra al prestatario por prestarle un activo y suele expresarse como un porcentaje del importe prestado. El porcentaje suele hacer referencia a la cantidad que se paga cada año (es lo que se denomina el tipo anual), pero puede usarse para otros pagos más o menos periódicos.
Los tipos de interés pueden ser simples o compuestos. Los intereses simples se derivan solo del préstamo original (denominado principal) y los intereses compuestos se calculan a partir del principal más los intereses devengados a lo largo del préstamo. Por tanto, su un préstamo de 100 $ presenta un 5 % de intereses compuestos, al cabo de un año los intereses serán del 5 % sobre 105 $ (los 100 $ originales más los 5 $ de los intereses devengados).
La mayoría de los intereses bancarios dependen del tipo de interés básico definido por el banco central correspondiente (es decir, del tipo de interés al que los bancos centrales prestan dinero a los bancos privados). Los bancos centrales utilizan los tipos de interés para controlar la inflación y los gastos; cuando se aumentan los tipos de interés, el coste de pedir un préstamo y los beneficios que se obtienen al ahorrar aumentan, por lo que se desincentiva el gasto. Después de la recesión, muchos bancos centrales redujeron los tipos de interés para fomentar el gasto.
Los cambios en el tipo de interés básico pueden influir en los mercados de forma muy significativa, por lo que son eventos muy importantes para los inversores. Los inversores también pueden especular sobre los cambios en los tipos de interés, con instrumentos como los bonos o los derivados.